lunes, 26 de septiembre de 2011

El Primer tratado

En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” Hch 1:1-5
Si hay alguien que me llama mucho la atención en la biblia es Lucas. Un científico, medico que era lleno del Espíritu Santo y muy Pentecostal. Hechos fue escrito por él.
Este libro nos cuenta las más espectaculares manifestaciones del Espíritu Santo. Desde el pentecostés, con el ruido de un fuerte viento, las lenguas como de fuego, los idiomas, luego las sanidades, liberaciones, temblores que libertaban a los discípulos, etc.
Cualquiera quiere vivir esto. Cualquiera es fascinado con esto. Es lo que queremos ver en nuestros tiempos también
Lucas escribió sus dos “tratados” a Teofilo.
En el primer escrito vemos la preocupación de un padre espiritual de poner a su discípulo en la roca, en la base cristiana indubitable, para luego pasar a las manifestaciones espirituales.
¿por qué?
Porque es bíblico.
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” Hch 1:4
El espíritu santo, su acción y manifestación responden a la promesa y enseñanza de Jesús a sus discípulos. Fueron instruidos.
Pablo dijo: “No quiero que ignoréis acerca de los dones espirituales…” otra traducción dice: “quiero que entiendan bien este asunto”.
Es verdad que no podemos entender todas las cosas de Dios. Pero hay una guía, para no ir tras nada que no tenga nada que ver con lo de Dios.
Hoy en día se mezclan la espiritualidad con el misticismo, el esoterismo y a veces hasta con el espiritismo. Todo esto buscando la experiencia y no la comunión verdadera y santa con Dios.
¿cómo saber? ¿cómo prepararse para no ser desviado?
Dios no es un Dios de confusión.
“…pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz…” 1Co 14:33
Dios no dejo el todo de su persona revelado. Aun así, lo que si reveló fue bajo la guía de su palabra.
“Él les guiará a toda VERDAD” Jn. 15 ¿qué es verdad? La única verdad es la palabra de Dios.
Probad los espíritus.
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” 1Jn 4:1
Otra traducción dice: “no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu”
¿Como lo probaremos? Con la palabra de Dios.
Si algo te produce duda e incomodidad, pruébalo. Puede que sea el Espíritu Santo y celoso de Dios advirtiendo.
Dios quiere tener una verdadera y sana relación contigo. El nunca se equivoca en la búsqueda de esa comunión. Los hombre, si no basamos bien nuestras emociones y espíritu en la palabra, podemos estar buscando a Dios en experiencias y lugares equivocados.
Me gustó la actitud de Lucas. Responsable, cuidadoso, fiel, un discípulo.
Dios te bendiga mi hermano.
Y puede ser reiterativo el consejo, pero hoy en día todos tienen acceso a Internet y en la red hay tantas cosas que pueden desviarnos de la palabra. NO LO PERMITAMOS. Ya que la palabra de Dios es lo mas hermoso y fiel.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Hay que cambiar, Pronto, sino pereceremos igualmente.

Lc 13,1-9
En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: -- ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que los demás galileos? Os digo: no, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: no, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. Dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella y no lo halló. Y dijo al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo hallo. ¡Córtala! ¿Para qué inutilizar también la tierra?".
Él entonces, respondiendo, le dijo: "Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto, bien; y si no, la cortarás después"".
Los avisos que se reciben no siempre sirven para tener una información importante sobre algo, sino que también pueden llevar una segunda finalidad, es decir, como una amenaza diciéndole a la persona que recibe el aviso: “ten cuidado que a ti no te suceda lo mismo de lo que te estoy contando, que a ti no te pase algo malo”.
Pues bien, esto es más o menos lo que nos cuenta Lucas en el evangelio de este domingo de cuaresma, cuando un grupo de presentes, de personas que están participando en la actividad de Jesús, que están escuchando su enseñanza, se dirigen a él para referirle un hecho de crónica negra, un suceso estremecedor acontecido en Jerusalén.
Resulta que un grupo de Galileos (los Galileos eran la gente del norte, era la gente exaltada, eran las personas que más se oponían a la presencia de los Romanos en tierra de Israel, por lo cual entre los Galileos era fácil encontrar gente exaltada, incluso terroristas, que con la fuerza, con la violencia se
oponían a la presencia de los Romanos en la tierra de Israel), estos Galileos, durante la Fiesta de Pascua
fueron masacrados por Pilatos.
Pilatos aprovechó del momento en que ellos se encontraban en el templo de Jerusalén seguramente
porque temía que estos Galileos estuvieran urdiendo un atentado o algo peligroso hacia el imperio.
Pilatos los masacró completamente y la cosa más estremecedora es que la sangre de estos Galileos se
mezcló con la sangre de las víctimas que se ofrecían en sacrificio a Dios sobre el altar… algo terrible.
Y se lo cuentan a Jesús, no porque Jesús supiera lo que había pasado en la ciudad de Jerusalén, sino para
ponerlo en guardia.
Se insinúa en estas palabras de los que se dirigen a Jesús una perfidia, como diciéndole, “Oye, tú
también eres Galileo, tú, que te acompañas con un grupo de Galileos, ten cuidado que a ti no te pase lo
que le ha pasado a esta gente, porque tú también vas anunciando tu mensaje, tu libertad, tu manera de
ver las cosas tan nueva y tan innovadora; ten cuidado que no te pase algo tan terrible como le pasó a
estos Galileos”.
Porque por la mentalidad común, que sucedieran desgracias de este tipo significaba que Dios lo había
permitido. Es decir que Dios mismo había castigado a esta gente porque de otra manera eso no hubiera
sucedido, o sea, si los Galileos que fueron masacrados por Pilatos actuaban en el nombre de Dios, Dios
nunca hubiera permitido un desastre de este tipo. El hecho que Pilatos los matara significa que Dios
consideraba esta gente también pecadores y que Dios mismo se sirvió del gobernador para castigarlos,
para hacerles sentir el peso del castigo.
Jesús no se deja apabullar por este tipo de aviso de estilo más bien mafioso, sino que les responde a sus
interlocutores sacando a la luz otro hecho de crónica y habla de la desgracia que le pasó a un grupo de
18 habitantes de Jerusalén cuando la Torre de Siloe, un edificio antiguo de Jerusalén pues se derrumbó,
aplastó a tanta gente y la mató a todas.
Entonces la pregunta que pone Jesús a sus interlocutores: “Ustedes creen que aquello Galileos que
fueron masacrados por Pilatos o esa gente inocente que murió aplastada por la Torre de Siloe, era más
pecadora que el resto de los comunes mortales?”
No seguramente, sobre todo en el segundo caso porque la gente que murió con la desgracia de la torre
era gente que seguramente no tenía ninguna culpa. Jesús añade entonces lo que realmente cuenta en la
vida de la persona, “si ustedes no harán enmienda (si no cambiarán), también tendrán una suerte tal,
acabarán también mal,” porque lo que cuenta en la vida de una persona, (el hecho de lo que Jesús está
recordando) es la conversión. Esta significa cambiar vida, la enmienda significa que la persona orienta su
vida de manera distinta, es decir estableciendo con los demás una relación en la justicia, en la
solidaridad, en la generosidad, en el servicio, en todo lo que sirve para fomentar y hacer crecer las
relaciones humanas: ¡esta es la conversión!
Jesús está recordando algo muy importante: cuando la persona humana orienta la vida de esta manera, es decir, para hacer el bien a los demás, no hay desastre, no hay catástrofe, no hay peligro alguno, que pueda derrumbar su vida, que pueda sofocar y apagar esta vida. La vida de la persona humana es mucho más grande y supera cualquier tipo de obstáculo o de desastre que se le pueda presentar.
Pues bien, para comprender esta enseñanza tan importante Jesús añade una parábola, la parábola de una higuera estéril que se encuentra a lado de una viña y el amo de la viña dice: “esta higuera que es de tanto tiempo que no da fruto es mejor cortarla, talarla, porque está esquinando el terreno”, o sea está dejando el terreno prácticamente sin ningún tipo de energía, de fuerza y tampoco la higuera sirve para algo porque no da ningún fruto.
La imagen de la higuera y de la viña tenía una evocación muy fuerte en la tradición judía porque los profetas (el profeta Isaías en particular) habían comparado el pueblo de Israel como un viña, mientras que también se hablaba del templo de Jerusalén y de la institución judía como de un árbol de higuera, un árbol muy frondoso que recordaba la pompa del culto y la solemnidad de los rituales. Pero en este caso una higuera tan solemne, tan frondosa pero sin fruto, una institución completamente estéril. Y la intención del amo de la viña es acabar con todo eso. Interviene el viñador diciendo de darle un tiempo suplementario, de darle una oportunidad más y que él se encargará de hacer todo lo posible, de trabajar la tierra, de echarle estiércol para que la higuera quizá un día empiece a dar fruto.
Con esta imagen el evangelista Lucas está poniendo en contraste las distintas imágenes de Dios que tenía la gente que se ha dirigido a Jesús, los adversarios, y Jesús mismo. Para los adversarios de Jesús, Dios es uno que está siempre dispuesto a castigar, a eliminar, a quitar todo lo que no sirve, todo lo inútil, todo lo peligroso; para Jesús la imagen que nos ha presentado de Dios es completamente distinta: Dios es siempre paciente.
Dios está siempre intentando ponerse de parte de la gente, ayudando, promoviendo, impulsando la vida de la persona y para eso ha mandado a su Hijo, que es la imagen del viñador, para que haga todo lo posible de manera que la gente, teniendo experiencia de este amor tan grande, pueda cambiar conducta, pueda llevar su vida de una manera distinta, su comportamiento sea orientado de esta manera que la vida pueda crecer y pueda dar fruto, como una planta que, nutrida de toda la energía y de todo el amor con la que se cuida esta planta, pueda dar su fruto.
Esto es lo que está diciendo el evangelista Lucas: hay imágenes de Dios que nos interesan, que nos promueven, que nos potencian, que nos ayudan a crecer; hay otras imágenes de Dios fomentadas por la religión que crean siempre miedo, que reprimen la vida de la persona y que la mantiene en un estado siempre de infantilismo, de temor y de no madurez. Jerusalén, la ciudad santa y el templo no serán eliminados por Dios, sino por los Romanos, esta será la suerte, el destino trágico a que se encontrará.
Pero el evangelio de hoy invita a todos a cambiar conducta porque cuando se acoge la propuesta del Padre, de ser gente capaz de producir vida y de dar vida a los demás como una planta rica de fruto, ningún desastre, ninguna catástrofe, ni la muerte siquiera, podrá interrumpir la vida de esa persona.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Sigue avanzando

Lucas 10:30-35 - Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
El otro día estaba leyendo un reflexión muy interesante de la parábola del buen samaritano. Lo enfocaba desde un ángulo que muy pocas veces lo vemos. En lo personal nunca lo vi. desde este punto de vista. El pastor que daba esta reflexión mostraba el lado del “hombre medio muerto”. En la parábola nos relata que un hombre descendía de Jerusalén (ciudad símbolo de los que Buscan de Dios) hacia Jericó (Ciudad símbolo de los que buscan los placeres de este mundo). Cuando este hombre iba descendiendo vinieron ladrones y lo asaltaron y lo dejaron medio muerto en el camino. Después habla que descendieron también un Fariseo y un Levita y que ninguno le ofrecieron la ayuda que necesitaba. Luego continúa diciendo que “iba de camino” y esto se entiende que iba de Jericó a Jerusalén, en sentido opuesto a los demás, un Samaritano que movido a Misericordia lo levantó, le vendó las heridas y lo dejó en un lugar hasta que se reponga a todo pago. Yo pensaba que muchas veces nosotros estamos en Jerusalén, en la presencia misma de Dios y de repente estamos de camino a Jericó quizás sin saber por qué, o quizá por que creemos que es lo correcto por que ya no le encontramos un cierto sentido a la vida del cristiano. Indudablemente, en este punto de debilidad es cuando el enemigo nos roba nuestra relación con Dios y nos deja como este hombre medio muerto en el camino. Pero Jesús siempre está allí para curar todas las heridas y protegernos y dejar todo pago hasta que estemos bien. Pensaba también que si nosotros buscamos a ese hombre medio muerto y lo traemos para la iglesia a que de testimonio, tendremos un tremendo testimonio de lo que es el amor infinito de Dios y como le salvó la vida y no solo eso, si no que le dio otra oportunidad también. Yo creo que ya se escucharon muchos testimonios como estos. Ahora me preguntaba el por qué. Por qué muchos descendemos y no nos quedamos en Jerusalén. La respuesta que encontré y en lo que Dios me estuvo hablando en este tiempo y lo pude compartir con algunos amigos es que como cristianos debemos avanzar. No tenemos que quedarnos estancados pensando que como estamos, estamos bien. OJO he, donde estamos, sí estamos bien solo que en ese lugar debemos avanzar. Dios nos manda a Crecer Día a Día.