Salmo 126:1-6
1 Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, Seremos como los que sueñan.
2 Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.
3 Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres.
4 Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, Como los arroyos del Neguev.
5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Este salmo de autor anónimo, aunque algunos lo atribuyen a Esdras, fue escrito unos 500 años después de David, y relata el retorno del pueblo de Judá tras el destierro. Cuando el pueblo de Israel estuvo cautivo en Babilonia, sus arpas e instrumentos estaban arrumbados ya que no tenían motivos para cantar y festejar. Pero ahora, que Dios los ha liberado, vuelven a entonar cánticos de júbilo y felicidad. La bondad de Dios marca el compás de alegres melodías y ellos danzan y celebran. Les parece un sueño. Es algo tan irreal, no esperado y extraordinario que cuesta creerlo. Si bien es el rey Ciro, quien por cuestiones de estado, ha proclamado libertad a los cautivos, en realidad es Dios mismo quien hizo esas grandes cosas por ellos. Están más que alegres, sus bocas llenas de alabanza para con Dios quien los ha libertado de un modo milagroso. El salmista remarca el hecho que semejante liberación ha impactado a todos los pueblos cercanos de modo que ellos mismos exclaman lo que los judíos bien saben: “El Dios de Israel ha hecho estas grandes cosas con ellos”.
A partir del verso 4 el salmo se proyecta hacia el futuro, a los favores que aún necesitaban que Dios les dispensara.
No todos volvieron enseguida; de ahí la oración por la repetición de los favores divinos. Los que ya habían regresado aún estaban en aprietos y mucho más los que aún estaban en Babilonia, por ellos es que el salmista clama “Vuelve nuestra cautividad”. Pide al Señor que los que ya han vuelto sean librados de sus cargas y que los que todavía están en Babilonia se sientan animados a regresar a su tierra.
“Arroyos del Neguev” leemos en el verso 4. Se refiere a los torrentes del sur desértico de Judá que, dependientes de las lluvias, reaparecían después de las estaciones de seca. El punto de la comparación es el gozo por la reaparición de aquello que con tanta esperanza se echaba de menos.
Como en la labranza, el sembrador a veces esparce la semilla en una tierra seca y quemada, y lo hace con dudas y temores. Pero así es como recogerán abundante cosecha los que trabajan con lágrimas, los que se esfuerzan por agradar a Dios aún en medio de luchas y pruebas.
Todos los hijos de Dios debemos encontrar consuelo en esta seguridad: Que las lágrimas siempre terminan en una cosecha de alegría y bendición. El llanto no debe impedir la siembra. Hemos de esmerarnos en hacer bien las cosas que Dios nos manda, incluso cuando la estamos pasando mal.
Así como la tierra es preparada por el agua de lluvia para albergar la semilla que la fecunda, del mismo modo las lágrimas preparan el alma del cristiano para recibir bendición.
“Irá andando” dice el salmista. Esto nos enseña un principio espiritual maravilloso y eterno: Que a cada siembra con lágrimas siempre le sucederá la cosecha de gozo.
Queridos hermanos, Dios ha hecho mucho en nuestras vidas. La libertad que Cristo nos dio se parece a un sueño. Pero todavía necesitamos que nos ayude. Porque aún existen áreas cautivas del dolor que provocan llanto y tristeza. Es tiempo de pedir a Dios por esas áreas.
Tal vez es la salud amenazada por alguna enfermedad en nuestro cuerpo o el de alguien querido.
O las emociones no sanadas. Baja autoestima, complejos, traumas, enojos, iras, agresividad, envidia, rencores, miedos, fobias.
O debilidades para renunciar al pecado, vicios o adicciones.
O tal vez es la familia. Un matrimonio difícil y mal avenido, falta de diálogo, sospechas mutuas. El área de los afectos, noviazgos. O quizás el conflicto es con tus hijos u otros parientes. Cuanto más, si hablamos de inconversos, con todo lo que eso implica de agobio y continuo desgaste.
O la economía es tu área cautiva. Las deudas eternas, la escasez permanente, el no poder darte gustos mínimos. La falta de trabajo, o vivienda.
Tal vez tu tierra seca y estéril es la de tu servicio a Dios. Paralizado siempre por algún motivo diferente. Y así pasa el tiempo y tu talento sigue sepultado bajo una montaña de excusas y argumentos que, vos sabés bien, a Dios no lo convencen.
Pero Dios hoy te dice: Lo que hice, lo hago y lo seguiré haciendo. Es por eso que El Espíritu te alienta: Que las lágrimas no te impidan seguir sembrando, porque vendrán “tus” arroyos para darle vida a tu desierto.
Tus lágrimas también alimentan la tierra de tus sueños.
Hoy la clave es: ¡Esperanza! No la pierdas, pues ya viene la salud, la sanidad del alma, la fortaleza para vencer tus debilidades, la familia restaurada y salvada, tu economía prosperada, tus deudas pagadas y tu talento multiplicado para la Gloria de Dios.
Alabá a tu Dios y llená vos también tu boca de alegría y fiesta.
Amados hermanos La Palabra de hoy es un llamado a mantener la esperanza en las promesas que Dios nos ha hecho. Confiemos en que la capacidad de Dios para restaurar la vida va más allá de nuestro entendimiento. Los huesos rotos sanan. Aun la angustia no es una condición permanente. Aun nuestras lágrimas pueden ser semillas que produzcan una cosecha de gozo debido a que Dios puede sacar algo bueno de una tragedia. Cuando la tristeza los abrume, sepan que sus momentos de angustia terminarán pronto y que una vez más encontrarán el gozo. Debemos tener paciencia cuando esperamos. ¡Ya viene la gran cosecha de alegría de Dios!
Isaías 35:10 Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.
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