Queridos amigos del Camino:
Hace poco leí un librito llamado “La Oración de Jabes”. Se trata de la oración de un hombre mencionado en un solo pasaje de la Biblia, I Crónicas 4:9,10, en medio de largas genealogías de las tribus de Israel. ¿Por qué llama tanta atención esta oración? Porque Dios le concedió lo que pidió. Este hecho motivó al autor del libro a hacer suya esta oración TODOS LOS DIAS DE SU VIDA. Ahora testifica que Dios ha hecho lo mismo para él que hizo para Jabes.
Vamos a verlo en la traducción de la Biblia de las Americas:
“Jabes invocó al Dios de Israel, diciendo:
¡Oh, si en verdad me bendijeras,
ensancharas mi territorio,
y tu mano estuviera conmigo
y me guardaras del mal
para que no me causara dolor!”
Es una magnífica oración para cualquiera que cree que Dios es el Padre bueno que da buenas cosas a Sus hijos (Mateo 7:11). Tiene cierta semejanza con “El Padre Nuestro” que Jesús enseñó a Sus discípulos, otra oración modelo que es buena para cada día. De hecho, hay muchas oraciones en la Biblia que traerían muchísimas bendiciones a nuestras vidas si las hiciéramos regularmente. “No tenéis, porque no pedís” (Stgo. 4:2).
Me gustaría hacer mis propios comentarios sobre esta oración. “Oh, que me bendijeras en verdad…” El Padre ya nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo (Ef. 1:3). Estas bendiciones datan desde el momento de creer y estar en Cristo (I Cor. 1:30) e incluyen:
la elección para ser santos,
la predestinación para ser hijos,
la gracia impartida,
la redención y el perdón por la sangre de Cristo,
el conocimiento del misterio de Su voluntad de reunir todas las cosas en Cristo,
la herencia y el sello del Espíritu Santo que garantiza nuestra redención final (Ef. 1:4-14).
Estas son las bendiciones que tenemos ya, no debemos seguirlas pidiendo. Pero hay otras bendiciones que necesitamos pedir para recibir y seguir pidiendo día tras día. Pablo pidió éstas por los efesios (1:15-21 y 3:15-20), los filipenses (1:9-11), los colosenses (1:9-12) y los tesalonicenses (3:12,13). Estas son las bendiciones espirituales que necesitamos:
• espíritu de sabiduría y revelación en un mejor conocimiento de Dios
• certeza de nuestra esperanza, de Su herencia en nosotros y Su gran poder para con nosotros
• fortalecimiento en el hombre interior por Su Espíritu
• establecimiento en el amor para conocer Su amor por nosotros
• llenura de toda la plenitud de Dios
• abundancia en ciencia y conocimiento para aprobar lo mejor
• llenura de frutos de justicia para la gloria de Dios
• llenura del conocimiento de Su voluntad en sabiduría e inteligencia espiritual
• un andar digno del Señor, agradándole, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios
• fortalecimiento con Su poder para paciencia y longanimidad
• crecimiento y abundancia en amor
• firmeza en la santidad para la venida de Jesucristo
Todos necesitamos bendiciones espirituales y materiales. Bendiciones son aquellas cosas que vienen del Buen Padre que hace el bien para Sus hijos. El quiere que pidamos, busquemos y llamemos para que sepamos que en realidad dependemos totalmente de Su cuidado, ayuda y gracia en esta vida. Oración es dependencia, es la fe en acción. La actitud de uno que pide bendiciones es de dependencia y no de independencia, así vivmos o andamos por la fe y no la vista (II Cor. 5:7).
¿Quieres las bendiciones de Dios? Pídelas. No presumas que El vaya a hacer lo que nos ha mostrado que debemos pedir con perseverancia. Jabes pidió las bendiciones verdaderas, o sea claras demostraciones de que Dios está escuchando y contestando la oración. Por esto a mí me gusta añadir lo que necesito hoy: “Que me bendijeras con tu paz en las muchas tensiones de mi horario para hoy; con meditaciones ricas de tu Palabra durante el día; y con la oración continua que me anima y motiva tanto…” ¿Cuáles bendiciones necesitas tú “hoy”? Pídelas. Dios será tan específico contigo como tú eres con El.
“… que ensancharas mi territorio” es la petición de un agricultor que quería más lugar para sembrar o pastar sus animales. Para un hombre de negocios sería “más clientes”. Para un doctor, “más pacientes”. Para una ama de casa, “más amigas”. Para todo cristiano sería bueno orar así para “más oportunidades de evangelizar, enseñar o servir.” Más territorio implica más trabajo, así que no pidas esto si no tienes la disposición de explotar el terreno nuevo a lo máximo. Eliseo pidió la doble porción del espíritu de Elías, su mentor. Recibió lo que pidió: el doble de milagros pero también el doble de vida, trabajo y sufrimiento.
¿Por qué quieres más? ¡Cuidado! Dios no va a contestar esta petición si es para un mal propósito. “Que aumentes mis oportunidades para que te pueda servir mejor, agradarte más y glorificarte en verdad” es la clase de petición que Dios quiere. Si es para gastar en tus propios placeres no te lo va a dar, porque sería para tu mal, no tu bien (Stgo. 4:1-3). Si quieres más para administrarlo como un buen mayordomo de Dios, no hay límites a lo que puedes pedir. Pero el corazón es engañoso (Jer.17:9). Puedes engañar a otros y hasta a ti mismo pero nunca a Dios. Así que tengamos fe pero no tengamos presunciones escondidas en esta petición por más territorio.
“Y que tu mano estuviera conmigo” es la petición de la presencia y poder de Dios en nuestra vida. Esa llenura del Espíritu Santo “sobre” nosotros nos hace valientes y audaces sin ser arrogantes y vanidosos. El “exito” verdadero no se mide en pesos o posesiones sino en resultados buenos en las vidas de los que servimos. Esto es cierto en el área de negocios y proyectos o sencillamente en la forma en que uno trabaja en su profesión o vocación. Es ciertísimo en cualquier servicio espiritual cuando los dones de Dios se emplean para el bien del Cuerpo de Cristo. En todo lo que hacemos, si lo hacemos en el Nombre del Señor Jesucristo y para la gloria de Dios, necesitamos “la mano del Señor” con nosotros. Siempre cuando el Antiguo Testamento menciona alguna obra grande del Señor, lo logró con “Su mano levantada” o “Su brazo extendido”. Dios interviene en nuestros asuntos para el bien cuando se lo pedimos.
Otra vez, algo personal. Me gusta pedir que Su mano esté conmigo “en la plática que voy a dar o el estudio que voy a dirigir o la visita que voy a hacer.” Debemos empapar cada acto del día con esta petición para que Dios sea nuestro Ayudador. Pablo se atrevió a decir que colaboraba con Dios, y cuando habló de los éxitos en su ministerio siempre decía “lo que Dios había hecho con nosotros”. ¿Qué tienes que hacer hoy que necesita “la mano de Dios” contigo? Espero que digas: “Todo lo que voy a hacer necesita Su poder” porque así es en realidad. Pide Su mano contigo para todo.
“Y que me guardaras del mal” es una petición muy necesaria porque vivimos en un mundo lleno de males porque el Maligno está sembrando la maldad en todas partes. Es casi imposible no ver, oír o sentir el mal en un día normal. David cantó muchas veces en sus oraciones "Guárdame de mis enemigos.” Cristo nos enseñó lo mismo. Pero cuántas veces no pedimos Su protección ni nos ponemos la armadura de Dios (Ef. 6:10-18) antes de salir al mundo lleno de peligros y enemigos. No es raro que haya tantos tropezones, caídas y faltas para confesar luego. El que no cree que vivimos en un mundo malo no entenderá por qué Cristo oró “Guárdalos del Maligno” (Juan 17:15).
Cuántos cristianos, sobreconfiados en su propio poder para vencer a Satanás, han caído en sus trampas porque no pidieron la protección divina. ¿Cuándo somos tentados? ¿Cuándo nos ataca el enemigo? ¿Hace citas el diablo para pelear? Un enemigo ataca cuándo y dónde no estamos preparados. El león rugiente busca a quién devorar. Los que han orado sinceramente pidiendo la protección de Dios son guardados de él. Jabes no quería sufrir “dolor”. (Su nombre viene de la raíz “dolor”. Tal vez muchas veces él había sufrido dolor, o a lo mejor su madre le puso ese nombre por el dolor que le causó cuando nació.) El mal causa dolor tan seguramente como un bebé causa dolor al nacer. El pecado es una siembra de cosecha dolorosa más adelante. Debemos pedir la protección de Dios constantemente.
Ahora bien, me pareció a mí que yo sería un tonto si no pidiera estas mismas cosas todas las mañanas en mi tiempo devocional y durante el día. Si no las pido, las pierdo. Si las pido, las recibo. Es la ley de la oración en Mateo 7:7-11. En Juan 16:24 Jesús dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi Nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo”. No seamos los tontos que no piden. Pidamos estas cosas con perseverancia.
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