miércoles, 15 de septiembre de 2010

¡Hombre felíz!

San Pablo dice “alégrense, les repito, alégrense, siempre. Y que su bondad sea conocida por todos los hombres”.
La alegría no es un sentimiento, o algo fortuito, sino que es la certeza de estar en el Señor, en cualquier situación. Así mismo, cuando alguien muere, o quedamos desempleados, podemos ser igualmente felices, a pesar del sufrimiento y la tristeza que momentáneamente llega a nuestro corazón.
Dios te hizo feliz, te hizo portador de la alegría, es como algo genético que viene de Dios, pues somos su imagen y semejanza y Dios es feliz al crearnos.
Algunos piensan que si tienen problemas, no pueden ser felices. No. Eso no es así. Te invito, a ti, niño, joven, adulto, anciano, a sacar de ti esa estructura de pensamiento de que no puedes ser alegre porque tienes enfermedades, problemas, dificultades, sufrimientos.
Lee la Palabra, Filipenses 4, 4-9. No te preocupes por nada. No se trata de llevar una vida irresponsable, sino que de colocar todas estas situaciones en Dios, a través de súplica, alabanza, adoración. Algunos quieren vivir sin la ayuda de Dios y contar sólo con sus propias fuerzas.
Entendamos esto de que “La paz de Dios que supera todo entendimiento”. Mucha gente se pregunta el por qué ante un sufrimiento, ante una muerte. Nosotros no tenemos cómo entender esas situaciones. Cuando somos asaltados por ese “no entendimiento” es ahí donde “la paz” del Señor te envuelve y supera todo entendimiento.
¿Sabes por qué te entristeces a veces? Porque no puedes entenderlo. . La Palabra de Dios nos habla sobre la paz que supera todo entendimiento. No necesitas entender las cosas malas que te suceden. Pero cuando colocamos nuestros dolores en forma de súplicas acompañadas de alabanza, vamos llenándonos de la paz que viene de Dios. Y esta paz supera a nuestra cabecita dura, supera nuestro entendimiento. La receta está aquí: no necesitas entender las cosas malas que te suceden, lo que necesitas es abrir tu corazón al amor de Dios. . Esta paz que viene del Señor Jesús sale al encuentro de nuestros límites, por lo tanto, es posible estar feliz y alegre, siempre y cuando estemos en el Señor.
Dios nos dio personas que son portadoras de una doble dosis de alegría. Él las colocó entre nosotros A veces, esas personas que siempre están sonriendo, riendo de situaciones que no son graciosas, nos incomodan y pensamos que son irresponsables e inmaduras en la fe. En toda familia hay un “payaso”, alguien que es más gracioso. Y ellos están en todos los lugares. Muchos los despreciamos y no percibimos que son un don de Dios para nosotros, son como ángeles.
Quizás te has convertido en alguien extremadamente responsable, calculista, autoritario. Tal vez, tú mamá, te enojas demasiado con tus hijas adolescentes y te has olvidado de cómo eras cuando eras más joven. Tal vez eres una esposa y madre muy responsable, pero que cuando llegas a la casa no sabes hacer otra cosa que limpiarla. ¡Vibra un poco, no te vas a morir!
Y tú papá, cuando eras joven jugabas fútbol, bailabas y hoy te has convertido en una estatua. Tú haces tantas cosas, calculas, sudas, trabajas horas extras; eres responsable, pero eres de cara seria, sin mucha alegría. Tú puedes ser un padre responsable, paternal, preocupado, pero también ese padre en el cual el hijo puede confiar, un padre que puede reír con sus hijos. Seamos alegres, en el Señor. Vamos a llevar la alegría del Señor a nuestra casa.
El Señor nos advierte en su Palabra en Eclesiástico 30, 23: “aparta lejos de ti la tristeza,
porque la tristeza fue la perdición de muchos y no se saca de ella ningún provecho”.
La alegría del Señor dura para siempre y es diferente a la alegría que se acaba después de una dosis de cocaína, o del alcohol o tambien después de 10 minutos de una relación sexual.
La Alegría del Señor exorciza y sana toda tristeza. Las tristezas, problemas y enfermedades vendrán, pues tienen que venir, tenemos que convivir con ellas, pero yo voy a caminar con el Señor
Yo proclamo en el Nombre de Jesús en la santa alegría, que seas liberado de toda depresión. Amen

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