En la carta a los Colosenses Pablo copia lo que seguramente ya era un himno cantado por los cristianos: “El es la imagen del Dios que no se puede ver, el Primogénito de toda la creación, ya que en él fueron hechas todas las cosas: las del cielo y las de la tierra, lo visible y también lo invisible, ya sean gobiernos, autoridades, poderes o fuerzas sobrenaturales. Todo está hecho por medio de él y para él. El existe antes que todas las cosas y todo se mantiene en él” (Col 1, 15-17).
La afirmación central subraya la relación fundamental que liga a Jesús con el universo: todo ha sido creado en él, mediante él y para él. Todo encuentra en él su consistencia actual. Precisamente por eso se dice de Jesús que es imagen de Dios invisible y primogénito de toda criatura.
En Jesús de Nazaret, el “Dios que nadie ha visto jamás” (Jn 1,18) se ha hecho visible. El lo ha dado a conocer, no a través de una vaga y general semejanza, sino por una radical reproducción de la realidad divina. El es el revelador definitivo y perfecto de Dios.
Otro punto claro de referencia para explicar el significado de imagen de Dios atribuida a Cristo aparece en 1 Cor 4,4, donde Pablo afirma que los incrédulos, cegados por Satanás, son incapaces de “ver el resplandor del Evangelio glorioso de Cristo, que es imagen de Dios”. Más adelante afirma que Pues Dios, que dijo: "De las tinieblas resplandecerá la luz," es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo". (2 Cor 4:6). Se palpa el paralelismo entre imagen y gloria. Pablo quiere decir que en Jesús está presente y resplandece la realidad majestuosa de Dios. Si en Génesis 1 la palabra “imagen” servía para subrayar la cercanía del hombre con su Creador, aun dejando a salvo las distancias, en Pablo sirve para resaltar que en el caso de Cristo se han anulado las distancias.
El autor de la carta a los Hebreos, de la escuela de Pablo, dice de Jesús que “es el resplandor de la Gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo” (Heb 1:3).
No hay comentarios:
Publicar un comentario