El agua y el petróleo vienen de la tierra. Y a pesar de que en algunos aspectos son parecidos, son opuestos en su naturaleza y en su propósito. Uno de ellos extingue el fuego, el otro da combustible al fuego. De modo parecido, el mundo y sus tesoros son creaciones de Dios junto con el alma y la sed de encontrar la verdad espiritual. Pero si intentamos saciar la sed de nuestra alma con la riqueza y el orgullo y los honores de este mundo, es como intentar extinguir el fuego con el petróleo. El alma sólo halla paz y contento en el Dios que la creó junto con sus vehemencias. Cuando nos volvemos hacia el divino Maestro, recibimos agua que satisface a nuestra alma. El agua es un manantial de vida espiritual que surge de lo más profundo de nosotros.
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