Dios te creó Único.
El problema es que no lo sabes.
Dios te creó con un don espectacular.
El problema es que no te lo crees.
Dios te creó con un propósito que puede cambiar al mundo.
El problema es que no te sientes capaz.
Dios te creó único, en circunstancias irrepetibles, en un planeta incomparable.
Tus huellas digitales son únicas; miles de millones de personas viven en el tercer orbe más cercano al Sol; miles de millones vivieron en él: ninguno tuvo, tiene ni tendrá señales dactilares idénticas a las tuyas.
Tus papilas gustativas son únicas: por tal razón, a algunos de nosotros nos atraen los sabores picantes y a otros no; por ello, tú prefieres los manjares dulces y tu pareja los salados; es por eso que los macarrones, las tortas y las hallacas que preparan nuestra madre o nuestra abuela son únicos: su inigualable sazón es producto de su singular e irrepetible sentido del gusto.
No hay dos cerebros iguales; las circunvoluciones y protuberancias que se delinean en tu materia gris son como tus huellas dactilares y tus papilas gustativas: únicas en su disposición, formas y características.
Tu ADN es único: lo revelan las más arduas investigaciones sobre el genoma humano. La combinación de tus genes no idéntica a la de nadie que exista, a la de nadie que existió o existirá sobre la faz de la Tierra.
Tu rostro, tu cuerpo, tus ojos, tus manos, tu forma de percibir la Realidad, las sinapsis de tus neuronas, tus gestos, tus caricias, tu modo de experimentar o propiciar el orgasmo, tu manera de Amar… ¡son únicos!
Y bien… ¿para qué Dios te hizo único?
Muy sencillo: ¡para que desarrolles en esta Vida una misión única, un propósito absolutamente diferente al de los trillones de seres que habitan el resto del Universo!
No te lo terminas de creer, ¿verdad?
Bueno, lo creas o no, es así: tú eres el único que puede cumplir la misión y el propósito para los cuales te creó el Uno…
¡Más nadie puede hacerlo por ti!
Vivimos en sociedades de masas que producen todo en serie: latas en serie, carros en serie, películas en serie, presidentes en serie y (lamentable) seres humanos en serie que nunca descubren el don único, el talento singular, el propósito divino que los reconecta con el Dios que es infinito Amor.
En tal entorno, es de lo más normal creer que ser “normal” es la norma. ¡Dios no te creó para que fueras “normal”! Dios te creó a Su extraordinaria similitud y analogía… ¡y como mínimo, Él desea para ti una Vida extraordinaria!
Tú no eres la obra de una fábrica que produce objetos en serie; tú eres un sujeto sin par en el Universo, la obra maestra e irrepetible de un Diseñador Exclusivo: la Deidad de la que eres parte inseparable…
Eres un ser Único… por ello el Dios que es Uno te hizo a Su imagen y semejanza.
…con un don espectacular… por ello está escrito: “el don del hombre le abre caminos y le lleva en presencia de los grandes” (Proverbios 18:16).
…con un propósito que puede cambiar al mundo… por ello está escrito: “encomienda tus obras al Señor y tus propósitos se afianzarán”
(Proverbios 16:3) y “cuando el mundo se ilumina eres tú quien lo ilumina”.
afianzar tus propósitos, tu don debe ser puesto al servicio del Amor absoluto –sin dudas, miedos, recelos, o incertidumbres.
Tu don –hecho Uno con la amorosa naturaleza y propósito de la Divinidad- se torna en inextinguible llama de entusiasmo, en pasión que le da sentido a cada segundo de tu existencia, en lumbre que ilumina a tus prójimos.
Porque cuando avivas el fuego de tu don, avivas el fuego de Dios que hay en ti.
Y para eso fue que Él te hizo: para transformar al mundo transformándote a ti mismo…y ser luz para los que todavia no la encuentran, para que vean la luz atravez de ti.
Que Dios te bendiga.
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