19 Agosto 2010
En 1988 el porcentaje de protestantismo en América Latina era del 16%, hoy se ubica en el 38%
México, D.F.- (Texcoco Mass Media).- El “Instituto Universitario de Opinión Pública”, (IUDOP) creado en 1986 por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, encargó en el año 2009 a la empresa estadounidense especializada en encuestas de opinión, “Gallup World Poll”, un estudio sobre el desarrollo de las iglesias evangélicas en América Latina, que se ha hecho público recientemente.
Cabe recordar que dicha universidad pertenece a los sacerdotes jesuitas y se hizo ampliamente conocida cuando el año 1989, en pleno fragor de la guerra civil declarada por el “Frente de Liberación Farabundo Martí” de El Salvador, fueron asesinados seis jesuitas y dos mujeres que se encargaban de atender a dichos profesores universitarios en las tareas del servicio doméstico.
Muchos comentaristas de esos trágicos momentos de la historia de El Salvador coinciden en señalar que la autoría intelectual de la formación de la guerrilla en varios de los países centroamericanos se debió a la ideologización llevada a cabo por dichos padres jesuitas encabezados por Ignacio Ellacuría S.J., impregnados de los argumentos de la “teología de la liberación”, que fuera el caldo de cultivo del marxismo en los ámbitos católicos.
Más aún, consta cómo el padre Luis Eduardo Pellecer Faena S.J. denunció públicamente ante los medios de comunicación y la televisión guatemalteca dicho contubernio, proporcionando los datos precisos de su pertenencia al “Ejército Guerrillero de los Pobres” en Guatemala, de las acciones violentas que él mismo y otros compañeros religiosos cometieron en Nicaragua y El Salvador, al organizar a los campesinos pobres y desesperados, provocando el estupor entre eclesiásticos y civiles del mundo entero. Claro que la contracampaña de sus Superiores jesuitas consistió en decir que: “había sido violentado y condicionado por las fuerzas de seguridad o que se había vuelto loco”.
El estudio realizado por Gallup sobre el crecimiento de las diversas iglesias y sectas evangélicas muestra que si en 1988 el porcentaje de protestantismo en América Latina era del 16 por ciento, hoy se ubica en el 38 por ciento. Los datos son verdaderamente alarmantes. Las cifras más dramáticas se dan en Brasil, que hasta 1960 se mantenían por debajo del 5 por ciento, en 1990 habían crecido al 9 por ciento y hoy día están en el 22.8 por ciento.
Brasil, con más de 30 millones de protestantes de las distintas denominaciones, empieza a disputarle a Alemania, África del Sur y Nigeria, el tercer lugar con el mayor número de evangélicos después de Estados Unidos y el Reino Unido. En Centroamérica las tendencias no son halagüeñas. La encuesta indica que Guatemala pronto será un país mayoritariamente protestante, con 34.1 por ciento hoy en día.
En Honduras hay 32.1 por ciento, El Salvador 20.7, Nicaragua 28.4, Costa Rica 20.8, Panamá 16.4. En República Dominicana es de 22.3 por ciento. En Cuba no se hizo encuesta. En Chile el porcentaje es de 19.6, Bolivia 16.6, Perú 15.7, Ecuador 12.7, Argentina 11.2, Colombia 10.9, Venezuela 10.4 por ciento, Paraguay 9.5, Uruguay 9.0 y México 4.7, el más bajo de todos. Junto a estos porcentajes es necesario señalar que el saldo restante no es sólo de católicos bautizados. Por ejemplo, en Uruguay sólo está bautizada el 45.5 por ciento de la población.
En general, en América Central son católicos casi el 60 por ciento, con excepción de Guatemala que está más bajo. En las demás naciones el catolicismo fluctúa entre el 67 y el 84 por ciento y en México es el 90.3 por ciento. El resto del porcentaje se repartiría entre otras religiones, auge del secularismo, la indiferencia y las desviaciones que provocan los cismas virtuales por las acciones de los impulsores de la “hermenéutica de ruptura” a partir del Concilio Vaticano II.
Se manifiestan en tres oleadas que se implican y sobreponen cronológicamente: 1) la “teología de la liberación”, “iglesia popular” y “comunidades de base”, 2) “teología india”, “iglesia autóctona” y “sacerdocio uxorado” y 3) “teología intercultural e interreligiosa de la liberación”, “ecología de la liberación”, “inculturación litúrgica indígena” y “culto a Gaia y la pachamama”, como la versión acabada del “panteísmo neopagano”.
Al tratar de interpretar estas cifras algunos especialistas han empezado a opinar. Varios deslindan a las iglesias históricas, anglicana (presbiteriana en EU), luterana y calvinista de las modernas denominaciones de origen e influencia actual desde Estados Unidos por los beneficios de la supresión de bebidas alcohólicas en beneficio de las familias, la atención y ayuda eficaz a los más pobres y enfermos, el rechazo a las posiciones de la “teología de la liberación”, la falta de celo apostólico de algunos obispos católicos y, por supuesto, la secularización aparejada al vertiginoso progreso material en donde éste se da.
Algo notable que será necesario tomar en cuenta es que, a medida que en las iglesias históricas se empezó a incorporar a las mujeres en el sacerdocio y el episcopado e incluso a aceptar homosexuales para esos cargos, se inició una fractura entre ellos, propiciando un flujo creciente a la Iglesia Católica. Otro fenómeno indicativo se vio en el reciente mundial de futbol, cuando entre los jugadores europeos y africanos se han dado recientes conversiones al catolicismo y entre los brasileños y otros de América hay jugadores de las nuevas denominaciones evangélicas.
El resultado de la encuesta seguramente provocará más reflexiones y acciones. Pero sobre todo alertará a los católicos y a su jerarquía en relación a las consideraciones sobre el futuro del “continente de la esperanza”. Es también obligado tomar nota de los frutos evidentes del Concilio Vaticano II, expresados por los seguidores de la “hermenéutica de continuidad”, que se manifiestan en los “nuevos movimientos eclesiales” y el repunte de las vocaciones religiosas y sacerdotales en América Latina.
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