El derretimiento del subsuelo helado terrestre es un problema que hasta la fecha sólo había sido estudiado puntualmente. Ahora, un nuevo análisis con un sistema integral, que incluye el estudio de las interacciones entre la atmósfera, el océano, la tierra y el hielo marino, así como el dinamismo del deshielo y la congelación del subsuelo, ha generado inquietantes datos: el derretimiento de capas cada vez más profundas de permafrost podrá afectar a ciudades enteras (cimentadas en ese subsuelo), aumentará el nivel del agua de los océanos y, sobre todo, se incrementará la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
De ahora a 2050, la mitad del subsuelo helado del hemisferio norte de nuestro planeta podría desaparecer y, para 2100, hasta un 90% de la superficie actual, señala un estudio realizado por medio de complejas simulaciones en el National Center for Atmospheric Research (NCAR estadounidense. Las consecuencias de la desaparición progresiva de dicho subsuelo o permafrost sería la alteración irreversible de ecosistemas y las infraestructuras de países como Canadá, Alaska y Rusia.
El derretimiento del permafrost supondría un enorme desastre, ya que sobre él se han contruido ciudades enteras que podrían perder su cimentación natural. Hasta el momento, el permafrost ha permanecido helado durante el deshielo estival, porque siempre ha conservado temperaturas medias menores a cero grados. En algunas regiones esta capa de hielo puede medir hasta 400 metros, como en Siberia, donde el hielo profundo data de las glaciaciones del cuaternario.
El derretimiento profundiza
Para este estudio se ha utilizado un modelo de simulación climática con el que se ha podido examinar por primera vez el estado del permafrost a nivel global, esto es, incluyendo en el análisis las interacciones entre la atmósfera, el océano, la tierra y el hielo marino, así como un modelo de suelo que incluye el dinamismo del deshielo y la congelación, informa el NCAR. El trabajo ha sido publicado por la revista especializada Geophysical Research Letters.
Según el director del estudio, David Lawrence, hasta ahora se había analizado el estado del permafrost, pero nunca utilizando un modelo de estudio dinámico y completamente interactivo.
El permafrost es un sistema de cimentación natural que, en sus regiones más profundas, tiene una una antigüedad de 10.000 años, es decir que se formaron en la última glaciación terrestre. Alrededor de un cuarto del suelo del hemisferio norte terrestre contiene permafrost.
Aunque las capas de permafrost más cercanas a la superficie terrestre suelen derretirse en las épocas más calurosas, lo normal es que las capas más profundas se mantengan heladas durante los 12 meses del año. El cambio climático del planeta está provocando, por tanto, que el derretimiento de las capas superficiales empiece a pasar a las más profundas.
Consecuencias y zonas afectadas
El calentamiento global ha afectado recientemente a secciones del permafrost situadas en el centro de Alaska, lo que ha ocasionado que se rompan carreteras y que algunos edificios pierdan su estabilidad, entre otros problemas. En en norte de Rusia, por ejemplo, los habitantes están acostumbrados a ver carreteras partidas, inservibles pistas de aterrizaje y edificios amenazados por efecto del derretimiento del permafrost siberiano.
Aunque estos daños son notables, los efectos del derretimiento del permafrost pueden ser mucho más graves. El principal peligro es que podría verterse considerable cantidad de agua a los océanos: la salida de agua al Ártico ha aumentado cerca del 7% desde los años 30, y los expertos señalan que este incremento podría aumentar en un 28% en 2100.
Sin embargo, la mayor consecuencia del derretimiento del permafrost vendría de las emisiones de gases de efecto invernadero porque el permafrost almacena más de un 30% del carbono terrestre contenido en los suelos y, según se derritan las capas heladas del subsuelo, aumentarán considerablemente las emisiones de metano o dióxido de carbono a la atmósfera, hasta niveles que superarán con creces los producidos por las emisiones de los carburantes actuales.
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