sábado, 14 de agosto de 2010

Simbología y figuras de la palabra de Dios en La Biblia

La Escritura constantemente es comparada (por ella misma) con algunos elementos muy conocidos para nosotros, con el fin de ayudarnos a comprender la manera en que la palabra de Dios trabaja en nuestras vidas cuando la leemos, o la escuchamos guardándola en nuestro corazón para ponerla por obra. Las siguientes son algunas de esas comparaciones o semejanzas (símbolos, tipos y figuras).

La Semilla
La palabra de Dios es como una semilla que contiene vida, la cual no se desarrollará hasta que esta sea implantada en tierra (el corazón del hombre) y regada con agua (oración). (Luc 8: 11)

Oro y plata
La Palabra de Dios es más valiosa que el oro o la plata.
Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata. Salmos 119: 72

Fuego
La palabra de Dios es como un fugo que va quemando toda impureza e ideas erróneas que haya en nuestro corazón purificando nuestra mente.
¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová... ? Jeremías 23: 29ª

MartilloLa Escritura es como un martillo que quebranta hasta el corazón mas endurecido. ¿No es mi palabra... como martillo que quebranta la piedra? Jeremías.: 29b

Espada.
La palabra de Dios es capaz de llegar hasta los lugares más escondidos y profundos del corazón como una espada o bisturí que penetra y opera dejado al descubierto el problema que nadie ve.
Y tomad... la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; Efesios 6: 17;
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)

Lámpara.
La palabra de Dios es como una lámpara que ilumina nuestro camino y entendimiento.
Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino. Salmos 119: 105

Leche.
La Palabra de Dios es como leche que alimenta, nutre, y produce crecimiento a quien la ingiere. Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación. 1 Pedro 2: 2

Pan.
El hombre no solo se conforma de cuerpo, mente y emociones, sino que tiene un lado fuertemente espiritual en su naturaleza que la Biblia llama “Alma”. Ese aspecto de su ser cobra vida al momento de la conversión, y de allí en adelante debe ser alimentada para que esta no muera. La Palabra de Dios es el alimento (pan) del alma; por eso nuestra alma debe ser alimentada con la palabra de Dios constantemente. Respecto a esto Jesús dijo:
No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4: 4

Miel.
La Palabra de Dios es tan agradable y dulce como la miel para quien la lee y entiende.
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.
Salmos 119: 103

Espejo.
El espejo nos refleja tal y como somos, nos dice la verdad, no miente; si nos miramos mal, no vacila en dejárnoslo saber. Decir la verdad (o sea reflejarnos tal como somos) es una de las características de la Biblia, pues ella nos dice exactamente lo que somos y lo que estamos haciendo bien o mal.
Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Santiago 1: 23

Agua
La Palabra de Dios es como agua que lava nuestras almas y pensamientos por medio de su lectura....Pablo dice de la iglesia: habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. Efesios 5: 26
Lluvia Cuando el hombre comienza a escuchar la Palabra de Dios y a poner por obra lo que aprende de ella, su vida comienza a germinar como un campo en el cual a descendido la lluvia. Donde había antes solo resequedad, amargura y soledad, ahora se puede ver la vida que de Dios da.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55: 10,11

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