Jesús les dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” Juan 6:35
Multitud de personas acaban de presenciar un milagro extraordinario. En los primeros versículos del capítulo 6, Juan nos da cuenta de este asombroso acontecimiento. Jesús ha dado alimento a una multitud de personas, de las cuales, solo los varones eran unos cinco mil. Por demás está decir que aunado a las mujeres y niños, este número con facilidad podría ser duplicado.
Juan 6:15 nos dice que Jesús se apartó de la multitud porque se dio cuenta que querían hacerle rey. Más tarde sus discípulos cruzaron en barca el mar de Galilea para ir a la otra orilla, pero Jesús no iba con ellos. En medio del mar y una feroz tormenta, Jesús se aparece a los discípulos caminando sobre las aguas y calmando la tempestad.
Acaban de suceder hechos asombrosos a los ojos de la multitud y sus discípulos, no es extraño que todos estén buscando a Jesús. Gran cantidad de personas tomaron unas barcas y fueron a buscarle. Cuando le encontraron, se asombraron de su pronta llegada y le preguntan –¿cómo llegaste acá?–. En vez de responder a sus inquietudes, Jesús toma ésta ocasión para ir directo al corazón de la gente, diciéndoles:
“Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Sobre éste ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación. (Juan 6:26,27)
Parece esto una forma muy áspera de tratar a las personas ¿verdad?, sin embargo no lo es así. Jesús da en el blanco respecto a las verdaderas motivaciones de muchos. El está tratando de llegar al corazón de ésta gente y hacerles ver su verdadera necesidad. Ellos están muy entusiasmados con la idea de seguirlo y hacer de él un gran líder popular. Además de eso, era un verdadero profeta de Dios con gran poder para hacer milagros.
Es aquí donde Jesús los interrumpe y frustra sus ambiciones humanas, para dar paso a algo mucho más importante, como era su condición espiritual. Al verse confrontados, ellos responde con una pregunta:
¿Qué debemos hacer para realizar las obras que Dios exige? (Juan 6:28) NVI
Tratando de entender el pensamiento de ellos, nos daremos cuenta que, entonces como hoy, la idea que muchos tenemos respecto a cómo agradar a Dios, es “hacer” una serie de cosas. Ellos preguntaron –¿Qué debemos hacer…? ¿Qué es los que Dios exige?– Toda su esfera religiosa tenía que ver con “hacer” algo. Había que realizar las cosas correctas para agradar a Dios.
Pensemos por un momento: ¿Cómo están las cosas de nuestro lado? ¿Acaso la idea nuestra de agradar a Dios está también íntimamente ligada al “hacer”? ¿Es nuestra fe un sistema de obras y actividades apiladas una sobre otra, con la esperanza de agradar a Dios?
Jesús les respondió a ellos esto:
“Esta es la obra de Dios: que crean en aquél a quien él envió.” (6:29) NVI
He aquí la respuesta más inesperada. Si el lenguaje es extraño, la idea resulta más aún. – –¿Sólo creer?– Ahora su corazón está expuesto. Las verdaderas motivaciones salen a la luz para dar paso a los argumentos. ¡Oh! Cuantos argumentos tenemos. El corazón está lleno de incontables argumentos humanos, que sólo han de ser expuestos a la luz de Cristo.
Sigamos leyendo en los siguientes versículos:
“¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? –insistieron ellos–. Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como está escrito: ‘Les dio a comer pan del cielo.” (6:30,31) NVI
Ellos no tenían problema con aceptarlo como un gran Maestro y profeta. Un gran hombre usado por Dios en prodigios y milagros. ¿Podría acaso ser el esperado Mesías? Sin embargo, estaban empapados de tradiciones religiosas. Ellos querían ver “señales” ¿No acababan de ver cómo los alimentó en masa con unos cuantos panes y peces? Pero no. Ellos pusieron a Moisés, su ídolo, por encima de todo y le piden: –“Danos una señal, queremos “ver” lo que puedes hacer”
Ellos no se dan cuenta, pero Cristo está viendo su corazón. El no solo mira la necesidad, El mira el corazón. ¿Está nuestro corazón buscándolo a El? ¿Qué es la fe? ¿Cómo podemos describir el “creer”?
Creer en Cristo es: Aceptarlo con la mente y el corazón como Señor y Salvador único y suficiente. Estar dispuestos a dejar atrás el pasado y confiarle toda nuestra vida para ser revestidos y restaurados por su Espíritu y su Palabra. Romanos 10:9,10.
Aquellos hombres lo seguían deseando ver “señales”. Estaban entusiasmados por la comida que recibieron. Ellos, como muchos hoy en día piensan que la necesidad primordial es asegurar el alimento. Como ellos, hoy en día estarían satisfechos con ver suplir sus necesidades básicas. Dirían como aquellos: –“Señor, danos siempre este pan”, (6:34) creyendo que la voluntad de Dios es solo tenernos contentos y satisfechos.
Sin embargo, Jesús les da aquí una de las más bellas e importantes declaraciones que podemos encontrar en los evangelios: “Yo soy el pan de vida; el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás.” (6:35)
En el oriente, en especial en los tiempos bíblicos, el pan representaba por sí mismo el sustento alimenticio de las familias. Era común hablar de pan para referirse a todos los alimentos. El pan no sólo era para acompañar los alimentos, sino éste era el alimento mismo, acompañado con verduras, cereales, frutas secas, leche, queso, mantequilla y aceite de oliva. Así que, cuando Jesús habla de sí mismo como el “pan de vida” se refiere al sustento diario de la persona.
Cristo nos dice: –“Yo soy tu sustento diario. Si vienes a mí, nunca tendrás hambre …”
¿De qué tenemos hambre los seres humanos? Tenemos hambre de amor, hambre de significado personal, hambre de paz, hambre de satisfacción, hambre de consuelo, hambre de sanidad, hambre de gozo.
¿Tan solo con creer? ¿Tan solo con confiar en El? ¡Oh, hermanos! Nuestra naturaleza nos arrastra hacia el activismo. Pensamos que hay que “hacer algo” para ganar o merecer lo que necesitamos.
El enfoque humano siempre tenderá a la obras para agradar a Dios. La inclinación del hombre es HACER. La gracia de Dios en Cristo es CREER. Creer es confiar y renunciar a nuestra suficiencia para abrazar la gracia que nos fue dada en Jesucristo.
Romanos 5:1,2 dice:
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.”
Aquellos hombres que escucharon a Jesús entraron en conflicto cuando El les declaró que era el “Pan que descendió del cielo.” (6:41) Ellos empezaron a murmurar y criticar sus palabras porque éstas chocaban con su conciencia religiosa. Jesús había dado en el blanco. Ellos ahora tenían dos opciones: Aceptarlo o rechazarlo. El mensaje de Cristo fue claro para ellos y los es para nosotros también. El no es un “profeta” para admirar, ni es solo un gran líder que se abre paso entre las masas para ser aplaudido.
Cristo es, y tiene que ser para ti y para mi, el Pan de Vida. El sustento diario. No hay puntos intermedios. O lo es todo, o no es nada. No funciona de otra forma. Acéptalo o recházalo. Obedécelo y sírvelo o ignóralo totalmente.
Cristo siempre fue y ha sido motivo de escándalo. En el momento en que te propones servirle, honrarle y obedecerle, se levantarán las voces de amigos, parientes y tradiciones religiosas que tratarán de apagar el fuego de tu corazón. Leamos la advertencia de Jesús en Mateo 10:32-39 para darnos cuenta que el hecho de seguir al Señor, inevitablemente despertará una reacción en el mundo espiritual que se manifestará entre aquellos más cercanos a nosotros, los de nuestra familia.
Conocer a Cristo como Señor y Salvador nos es dado únicamente por Dios el Padre.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.” (6:44,45)
Podemos ver entonces que existen dos clases de personas que escuchan esta declaración: 1. Aquellos que le seguían por los milagros y el alimento. Estos tenían motivaciones egoístas y terrenales. En verdad querían seguir viviendo en sus tradiciones y en sus propios caminos, aunque disfrutando de los beneficios de estar “cerca” de Jesús. Y 2. Aquellos que oyeron la voz del Padre. Los que tienen el testimonio de Dios en su corazón. El gran deseo de conocer a Cristo, aunque se sientan indignos y sucios. Aquellos que la necesidad de su corazón es tan grande, que se acercan sinceros y humillados al trono de su gracia. Como dice la Escritura en Hebreos 4:16 “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.”
¿Te identificas plenamente con el segundo grupo? ¡Gloria a Dios! Ven a Cristo, sacia tu hambre y calma tu sed. El es el Pan de Vida que descendió del cielo. El es suficiente para llenarlo todo en nosotros. ¡Si El está, no falta nada!
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