jueves, 20 de mayo de 2010

LA MAYOR DEMOSTRACION DE AMOR

Muerte vicaria y sustituta
Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5: 8).
DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS, la muerte de nuestro Señor no fue solo un suceso histórico, ni tampoco algo qué realizó para beneficio de sí mismo. El apóstol Pablo nos dice que «murió por nosotros» (1 Tes. 5: 9); que fue entregado por «todos nosotros» (Rom. 8: 32); que se «entregó a sí mismo por nosotros» (Efe. 5: 2); que se hizo «maldición por nosotros» (Gal. 3: 13). Todas estas declaraciones apuntan hacia la actitud que Jesús tenía sobre su muerte. Él declaró: «Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos» (Mar. 10: 45). Esto es lo que llamamos una muerte vicaria.
El Señor decidió morir para salvar al pecador. Murió a favor de los pecadores. Él fue nuestro representante a través de la muerte, y nuestro sustituto en ella. El apóstol Pablo hace una declaración impresionante en 2 de Corintios 5: 21: «Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios». Aquí Pablo dice que Dios trató a Cristo como pecador a causa de nosotros. Es decir, nosotros éramos los pecadores. Cristo no tenía pecado, pero Dios lo consideró como pecador a fin de que nosotros fuésemos considerados justos. Él ocupó nuestro lugar, tomó nuestro castigo y sufrió nuestra muerte; aceptó la maldición del pecado y cargó con su horrible peso. Esto es lo que significó para él tomar nuestro lugar, morir como nuestro representante.
Notemos las siguientes palabras inspiradas: «Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. Por su llaga fuimos nosotros curados» (El Deseado de todas las gentes, pp. 16, 17). ¡Alabado sea Dios por el sacrificio vicario de Cristo!
Dios te bendiga siempre.

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