“Si en este instante me diera vuelta vería un abismo que se abre como un ojo negro en el medio de una roca y baja al corazón de la Tierra. Parece ciencia ficción.
Así se ve la entrada al Abismo Anhumas, una caverna descubierta en 1974 y abierta a los visitantes hace trece años. Cuando Marcio termine de colocar el arnés y cerrar los mosquetones, bajaré por esa hendidura que prefiero no mirar antes de tiempo. Son 72 metros de rappel negativo, es decir sin un punto de apoyo, hacia el interior de una caverna. Una empleada de turismo de Bonito asegura que abajo hay un lago cristalino, hasta me mostró fotos. Pero ahora mismo, entre el casco, la euforia y el vértigo, no lo puedo imaginar. Ni si quiera sé qué hago acá, cómo llegué al punto de estar atada, con un vacío a mis pies y habiendo firmado un deslinde de responsabilidad. Entonces, pienso en Julio Verne y la expedición del profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y el guía Hans hacia el centro de la Tierra. Ellos me animan a seguir adelante.
Una vez abajo, la única forma de salir es por esta misma entrada, subiendo los 72 metros por la misma soga, a través de un movimiento coordinado de brazos y piernas que enseñaron ayer en un curso express, y que espero recordar.
Mientras hacen nudos y ajustan piezas, los cuatro monitores de seguridad comentan que en la región de Bonito hay más de 70 cavernas relevadas, y contando la Sierra de Bodoquena, unas 500. Y que ésta, el Abismo Anhumas, es la más profunda.
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