Este versículo parece un tanto extraño; sin embargo, tal vez haya personas que tengan bastante fe para aplicárselo. Barac, el soldado, aunque llamado a combatir, no se sentía con valor para luchar, a menos que fuera acompañado por Débora; por eso determinó el Señor que la guerra fuese hecha por una mujer. De este modo reprendió la cobardía del hombre y logró para sí mismo la gloria avergonzando a los enemigos de su pueblo.
Dios puede servirse de instrumentos débiles.
¿Y por qué no servirse de mí? Él puede utilizar a personas que no parecen llamadas para entrar en combates públicos. La mujer que mató al enemigo de Israel no era precisamente una amazona, sino una simple esposa que vivía en su tienda de campaña. No era un orador, sino una mujer, que ordeñaba las vacas y hacía manteca. ¿Acaso no puede servirse Dios de cualquiera de nosotros para realizar sus propósitos? Alguien puede llegar hoy a nuestra casa, del mismo modo que Sísara llegó a la tienda de Joel. Sea nuestra misión, no matarlo, sino salvarlo. Recibámosle con mucha bondad y procuremos presentarle la bendita verdad de la salvación por el Señor Jesucristo, nuestro gran sustituto.
«Cree y vivirás». ¿Quién sabe si algún pecador orgulloso será vencido hoy por el Evangelio?
Que Dios te bendiga.
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