martes, 8 de junio de 2010

Dar Frutos!

Juan 15:1-8
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.

Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.
Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho.
En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos.

viñador planta y cuida sus vides con el propósito de verlas producir uvas. Dios, como nuestro viñador, nos exhorta a dar fruto espiritual. Él quiere que tengamos un carácter como el de Cristo, caracterizado por el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza. Dios quiere asegurarse de que los creyentes sean fructíferos; por esta razón, son quitados del viejo árbol de la humanidad e implantados en la nueva vid: Jesucristo.
Después de su bautismo, Jesús fue lleno del Espíritu Santo, quien lo condujo al paso siguiente (Lc. 4:1). La vida y el ministerio de Cristo fueron el resultado del poder del Espíritu Santo en su vida, y cuando nosotros nos hacemos creyentes Dios envía al mismo Ayudador a habitar en nosotros. En los viñedos, la savia de la vid fluye a la rama injertada dándole vida y la capacidad de producir la clase de fruto típico de esa planta. La rama y la vid se convierten en una sola vida. La traducción de la Biblia al Día dice: ¡Vivan! enraizados en Él, y nútranse de Él! (Col. 2:7).
Algunas personas huyen de la vida cristiana porque piensan que no pueden vivirla. Y tienen razón: no pueden, pero el Espíritu Santo sí puede. Cuando somos uno con Jesucristo, el Espíritu de Dios vive Su vida a través de nosotros. Eso no significa que somos libres de responsabilidad, ya que el Espíritu puede hacer Su obra sólo si decidimos sabiamente rendirnos a Él. Cuando seguimos obedientemente al Señor, nuestro gozo y nuestra paz no dependen de las circunstancias; Aquél en quienes estamos enraizados es nuestro gozo y nuestra paz.
Que Dios los bendiga.

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